… la emigración es un
fenómeno masivo de nuestro tiempo, un fenómeno permanente que se presenta
incluso con aspectos nuevos y que afecta a todos los continentes y a casi todos
los países. Plantea graves problemas humanos y espirituales. Es una prueba, es
decir, un riesgo, una oportunidad, tanto para los emigrantes como para quienes
los acogen. Sí, supone para los primeros un riesgo muy serio de desarraigo,
deshumanización y, en algunos casos, de descristianización; y para los
segundos, un riesgo de cerrazón y tirantez. Pero proporciona también ocasión de
enriquecimiento humano y espiritual, de apertura, de acogida a los extranjeros
y renovación recíproca en el contacto mutuo. Y para la Iglesia es una
invitación a ser más misionera, a salir al encuentro del hermano extranjero, a
respetarlo, a testimoniar su fe y caridad en tal contexto y a recibir la
aportación positiva del otro. ¿Sabe aprovechar la Iglesia esta oportunidad?
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