La
alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es
espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que
Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de
experimentar en lo íntimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz,
abandono, resignación, gozo. Decía el Salmista: «¡Gustad y ved cuán bueno es el
Señor!» (Sal 33, 9). Y el filósofo y científico francés Blaise
Pascal, en la famosa noche de la conversión, escribió en el testamento:
«¡Alegría! ¡Alegría! ¡Llanto de alegría!». ¡No apaguéis esta alegría que nace
de la fe en Cristo crucificado y resucitado ¡Testimoniad vuestra alegría!
¡Habituaos a gozar de esta alegría!
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