Hay un nexo entre fe y
ciencia…. El Magisterio de la Iglesia lo ha proclamado siempre; y uno de los
fundadores de la ciencia moderna, Galileo, escribía que «la Escritura Santa y
la naturaleza proceden una y otra del Verbo Divino; la primera, en cuanto
dictada por el Espíritu Santo, el Santo Espíritu, y la otra, en cuanto
ejecutora fidelísima de las órdenes de Dios»; así escribía a R. Castelli el año
1615 (Edizione Nazionale dclle Opere di Galileo, vol. V, pág. 282).
Si la investigación científica se lleva a cabo
siguiendo métodos de rigor absoluto y se mantiene fiel a su propio objetivo, y
si la Escritura se lee ajustándose a las sabias directrices de la Iglesia
señaladas en la Constitución conciliar Dei Verbum, que son las directrices
últimas, por así decir… no puede haber oposición entre fe y ciencia. En los
casos en que la historia señala oposición entre ambas, ello deriva de posturas
erróneas que el Concilio ha rechazado abiertamente deplorando «ciertas
actitudes que, por no comprender bien el sentido de la autonomía legitima de la
ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que
seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer oposición entre
la ciencia y la fe» (Gaudium et spes, 36, 2).
Cuando los científicos avanzan con humildad en
la investigación de los secretos de la naturaleza, la mano de Dios les guía
hacia las cumbres del espíritu, como lo hacía notar mi predecesor el Papa Pío
XI en el Motu proprio con el que instituyó la Academia
Pontificia de las Ciencias; y los científicos llamados a formarla "no
vacilaron en declarar, y con razón, que la ciencia, sea la que fuere, abre y
consolida el camino que conduce a la fe cristiana".
(del discurso de JuanPablo II a los miembros de la Sociedad Europea de Física, 31 de marzo de 1979)
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