“La adoración eucarística fortalece la vida cristiana y muy
particularmente la vida consagrada, pues, como enseña el Catecismo
de la Iglesia Católica «por la profundización de la fe en la presencia real de
Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración
silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas».(Catecismo de la Iglesia
Católica, 1379) En efecto, los fieles cristianos, respondiendo a la
llamada del Señor: «Quedaos y velad conmigo» (Mt 26, 38), encuentran en
la adoración la fuerza, el consuelo, la firme esperanza y el aliento para la
caridad, que vienen de la presencia misteriosa y oculta, pero real, del
Señor, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo
(cf. Ibíd. 28, 20).”
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