“Al igual que Pablo,
podría Pedro escribir de sí lo mismo. De cada uno
de ellos se puede decir que amaron de modo especial la manifestación del Señor.
Que lo acogieron con todo el corazón, que dieron testimonio de El con toda la
vida y con la muerte. Dieron testimonio no de lo que "la carne y la
sangre" pueden revelar al hombre, sino de lo que "ha revelado el
Padre". La verdad y la potencia de esta revelación permanece en la Iglesia
y aumenta en ella constantemente por la raíz de la fe de ambos Apóstoles:
Pedro, que es la "piedra" y Pablo que es el "instrumento
elegido".”
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