“El respeto absoluto de toda vida humana inocente exige
también ejercer la objeción de conciencia ante el aborto procurado y la
eutanasia. El « hacer morir » nunca puede considerarse un tratamiento médico,
ni siquiera cuando la intención fuera sólo la de secundar una petición del
paciente: es más bien la negación de la profesión sanitaria que debe ser un
apasionado y tenaz « sí » a la vida. También la investigación biomédica, campo
fascinante y prometedor de nuevos y grandes beneficios para la humanidad, debe
rechazar siempre los experimentos, descubrimientos o aplicaciones que, al
ignorar la dignidad inviolable del ser humano, dejan de estar al servicio de
los hombres y se transforman en realidades que, aparentando socorrerlos, los
oprimen.”
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