“El cristiano, como nos exhorta San Pablo (1 Tes
5, 16), debe estar siempre alegre. Pero la alegría cristiana no es huida de las
propias responsabilidades. No es un aturdirse con los placeres fugaces del
presente. La alegría cristiana consiste en encontrar la propia dignidad
perdida, tras haber entrado de nuevo en nosotros mismos y haber escuchado la
Palabra de Cristo.”
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