“Una teología que no
profundice en la fe, que no conduzca a orar, puede ser un discurso de palabras
sobre Dios; pero no será jamás un verdadero discurso en torno a Dios, al Dios
vivo, al Dios que es, y cuyo ser es el amor. De aquí se sigue que la teología
puede ser auténtica sólo en la Iglesia, comunidad de fe. Sólo cuando la
enseñanza de los teólogos está conforme con la enseñanza de los obispos unidos
con el Papa, el Pueblo de Dios puede saber con certeza que esta enseñanza es "la
fe, que una vez para siempre ha sido dada a los santos" (Jds 3).
Esta no es una limitación para los teólogos, sino una liberación, porque
les preserva de las modas mutables y los mantiene vinculados con seguridad a la
verdad inmutable de Cristo, la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,
32).”
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