“Se necesitan laicos
convencidos de que también a ellos pertenece la misión salvífica de la Iglesia
y que se comprometan a participar en ella, del modo que les sea más propio….También
el laico debe ser una predicación viviente. Debe ser un anuncio viviente del
Evangelio. Porque el Evangelio está vivo…. A menudo los valores del Evangelio,
en este tiempo, son contestados: es preciso que los laicos den abierto, claro,
convencido testimonio de que sólo en Cristo se encuentra la salvación del
hombre.”
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