"Amar a la familia significa saber estimar sus valores y
posibilidades, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar
los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia
significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo.
Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy,
con frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades
crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de
naturaleza y gracia, en la misión que Dios le ha confiado: "Es necesario
que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario
que sigan a Cristo" (Exh. Apost. Familiaris
consortio, 86)”.
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