“Según la Sagrada
Escritura, y especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de
Satanás y de los demás espíritus malignos se extiende al mundo entero.
Pensemos en la parábola de Cristo sobre el campo (que es el mundo), sobre la
buena semilla y sobre la mala semilla que el diablo siembra en medio del grano
tratando de arrancar de los corazones el bien que ha sido "sembrado"
en ellos (cf. Mt 13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a
la vigilancia (cf. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a la oración y al ayuno
(cf. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte afirmación del Señor:
"Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada por ningún medio sino
es por la oración" (Mc 9, 29). La acción de Satanás consiste ante
todo en tentar a los hombres para el mal, influyendo sobre su
imaginación y sobre las facultades superiores para poder situarlos en dirección
contraria a la ley de Dios. Satanás pone a prueba incluso a Jesús (cf. Lc
4, 3-13) en la tentativa extrema de contrastar las exigencias de la
economía de la salvación tal como Dios le ha preordenado.”
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