“…la
fraternidad, iluminada por el «amor que viene de Dios» (1 Jn 4, 7), nos
anima a colaborar con el divino propósito de unir a los que están separados,
devolver al camino a los que están extraviados y restablecer la concordia
divina en toda la creación. Todos nuestros hermanos sometidos a las más
diversas formas de prisión, especialmente por el yugo del pecado, esperan un
gesto de paz y solidaridad, pero sobre todo de justicia cristiana, que pueda
llevarlos de nuevo al camino del bien y de la esperanza.”
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