“El hombre debe
constituir el centro de todas las consideraciones relativas al mundo del
trabajo y de la economía. En todas las reivindicaciones demandadas debe ser
determinante siempre la consideración de la inviolable dignidad del hombre, no
sólo del trabajador individualmente considerado, sino también de su familia, no
sólo de los hombres de hoy, sino también de las generaciones futuras.”
(Beato Juan Pablo II en la homilíade la Santa Misa para los obreros 16 de noviembre de 1980)
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