“El don sobrenatural que hemos recibido debe llevarnos, por tanto, a gloriarnos total y solamente en Cristo. Quien tiene conciencia de no ser nada, puede descubrir que Cristo lo es todo para él (cf. Jn 20, 28); que en Cristo está la única fuente de su verdadera existencia; y esta glorificación en Cristo constituye precisamente el rasgo característico que revela la verdadera humildad personal, y la consiguiente entrega, sin reservas, de sí mismo a Dios y a los hermanos.”
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