“Como tema de la VI Jornada mundial de la juventud, he elegido las palabras de san Pablo: "Habéis recibido un espíritu de hijos" (Rm 8, 15). Son palabras que nos introducen en el misterio más profundo de la vocación cristiana: en efecto, según el designio divino hemos sido llamados a ser hijos de Dios en Cristo, por medio del Espíritu Santo.
¿Cómo no quedar asombrados ante esta perspectiva vertiginosa? ¡El hombre -un ser creado y limitado, más aún, pecador- es destinado a ser hijo de Dios! ¿Cómo no exclamar con san Juan: "Mirad cómo nos amó el Padre. Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente" (1 Jn 3, 1). ¿Cómo permanecer indiferentes ante este desafío del amor paternal de Dios que nos invita a una comunión de vida tan profunda e íntima?”
¿Cómo no quedar asombrados ante esta perspectiva vertiginosa? ¡El hombre -un ser creado y limitado, más aún, pecador- es destinado a ser hijo de Dios! ¿Cómo no exclamar con san Juan: "Mirad cómo nos amó el Padre. Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente" (1 Jn 3, 1). ¿Cómo permanecer indiferentes ante este desafío del amor paternal de Dios que nos invita a una comunión de vida tan profunda e íntima?”
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