“En ningún momento de su crecimiento el embrión puede ser objeto de experimentos que no representen un beneficio para él, o que puedan causar inevitablemente sea su destrucción sea amputaciones o lesiones irreversibles, porque en ese caso se lastimaría y se heriría la naturaleza misma del hombre. El patrimonio genético es el tesoro que pertenece o puede pertenecer a un ser personal, que tiene derecho a la vida y a un desarrollo humano integro.”
(del Discurso del Beato Juan Pablo II al grupo de trabajo sobre el genoma humano organizado por la Academia Pontificia de Ciencias - 20 de noviembre de 1993)
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