“De nada sirve diagnosticar el mal en el espejo de la conciencia individual y colectiva, si se olvida fácilmente o no se le quiere curar. Cada uno en la sociedad tiene sus responsabilidades sobre esa situación y, por tanto cada uno está llamado a una conversión personal que es realmente una forma de participar en la evangelización del mundo (cf. Evangelii nunliandi, 21, 41)”.
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