...el hombre constituye la base de todo. Debe ser
respetado en su dignidad personal y soberana. Se debe respetar su dimensión
social, pues la personalidad humana y cristiana sólo puede comprenderse en la
medida en que se rechace este egocentrismo exclusivista, ya que su llamamiento
es a la vez personal y social. El derecho canónico admite y favorece este
perfeccionamiento característico pues lleva a vencer el egoísmo avasallador, es
decir, la renuncia de sí en cuanto individualidad exclusivista; conduce a la
afirmación de sí mismo en una auténtica perspectiva social, mediante el
reconocimiento y respeto del otro en cuanto "persona" dotada de
derechos universales, inviolables e inalienables, y revestida de dignidad
trascendente (cf. Discurso a la Sacra Rota Romana; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española. 1 de abril de 1979,
pág. 9).
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