Jesús
se daba cuenta muy bien de las dificultades que los Apóstoles iban a encontrar;
por eso, nos ha ofrecido su misma garantía: "Yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
Los
Apóstoles creyeron en él, en su presencia y en su fuerza, para la vida y para
la muerte. La Iglesia primitiva se alimentó de la misma fe. La Iglesia de hoy,
aunque es consciente de la flaqueza de las fuerzas humanas, afronta las
dificultades de la evangelización con la humildad y la confianza de los
creyentes de los primeros tiempos y de siempre. Reaviva su fe en la presencia
omnipotente de Cristo.
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