Con la apertura realizada por el Concilio Vaticano II, la
Iglesia y todos los cristianos han podido alcanzar una conciencia más completa
del misterio de Cristo, «misterio escondido desde los siglos»69 en Dios, para ser revelado en el tiempo:
en el Hombre Jesucristo, y para revelarse continuamente, en todos los tiempos.
En Cristo y por Cristo, Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha
acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el
hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del
valor transcendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia.
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