Hemos
asistido al ocaso de las ideologías que vaciaron de referencias espirituales a
muchos hermanos nuestros, pero los frutos nefastos de un secularismo que
engendra indiferencia religiosa siguen presentes, sobre todo en las regiones
más desarrolladas. Desde luego, a esta situación no se responde adecuadamente
con la vuelta a una vaga religiosidad, con la que se buscan frágiles
compensaciones y un equilibrio psico-cósmico, como pretenden muchos nuevos
paradigmas religiosos que proclaman una religiosidad sin referencia a un Dios
trascendente y personal.
Por
el contrario, es preciso analizar con esmero las causas de la pérdida del
sentido de Dios y volver a proponer con valentía el anuncio del rostro del
Padre, revelado por Jesucristo a la luz del Espíritu. Esta revelación, no
disminuye, sino que exalta la dignidad de la persona humana en cuanto imagen de
Dios Amor.
(De la Audiencia General del Papa Juan Pablo II del 15de diciembre de 1999)
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