Dios, en su vida íntima, « es amor »,36 amor esencial, común a las tres Personas
divinas. El Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo.
Por esto « sondea hasta las profundidades de Dios »,37 como Amor-don increado. Puede
decirse que en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace
enteramente don, intercambio del amor recíproco entre las Personas divinas, y
que por el Espíritu Santo Dios « existe » como don. El Espíritu Santo es pues
la expresión personal de esta donación, de este ser-amor.38 Es Persona-amor. Es Persona-don. Tenemos
aquí una riqueza insondable de la realidad y una profundización inefable del
concepto de persona en Dios, que solamente conocemos por la Revelación.
(de la Carta Encíclica Dominum et Vivificantem del Papa Juan Pablo II, sobre el Espíritu Santo)
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