La peregrinación ha sido siempre un momento
significativo en la vida de los creyentes, asumiendo en las diferentes épocas
históricas expresiones culturales diversas. Evoca el camino personal del
creyente siguiendo las huellas del Redentor: es ejercicio de ascesis laboriosa,
de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la
propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón.
Mediante la vela, el ayuno y la oración, el peregrino avanza por el camino de
la perfección cristiana, esforzándose por llegar, con la ayuda de la gracia de
Dios, « al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo » (Ef 4, 13).
(Papa Juan Pablo II « Incarnationis mysterium » Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000
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