“Cada ser humano
inocente es absolutamente igual a todos los demás en el derecho a la vida. Esta
igualdad es la base de toda auténtica relación social que, para ser verdadera,
debe fundamentarse sobre la verdad y la justicia, reconociendo y tutelando a
cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se puede
disponer. Ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser
humano inocente « no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay
ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables
de la tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales ».
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