“Cuando se habla de pruebas de la existencia de Dios, debemos
subrayar que no se trata de pruebas de orden científico-experimental.
Las pruebas científicas, en el sentido moderno de la palabra, valen sólo para
las cosas perceptibles por los sentidos, puesto que sólo sobre éstas
pueden ejercitarse los instrumentos de investigación y de verificación de que
se sirve la ciencia. Querer una prueba científica de Dios, significaría rebajar
a Dios al rango de los seres de nuestro mundo, y por tanto equivocarse ya
metodológicamente sobre aquello que Dios es. La ciencia debe reconocer sus
límites y su impotencia para alcanzar la existencia de Dios: ella no puede ni
afirmar ni negar esta existencia.”
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