“…el núcleo familiar
debe estar al servicio de una vida plenamente humana y ser un punto de partida
para la armonía social, puesto que “ninguna sociedad humana puede correr el
riesgo del permisivismo en cuestiones de fondo relacionadas con la esencia del
matrimonio y de la familia. Semejante permisivismo moral llega a perjudicar las
auténticas exigencias de paz y de comunión entre los hombres. Así se comprende
por qué la Iglesia defiende con energía la identidad de la familia y exhorta a
las instituciones competentes, especialmente a los responsables de la política,
así como a las organizaciones internacionales, a no caer en la tentación de una
aparente y falsa modernidad” (carta a las familias 1994)
(del discurso del Beato Juan Pablo II al nuevo
Embajador de Perú ante la santa Sede - 18 de diciembre de 1995)
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