“Jesús no entendió su
existencia terrena como búsqueda del poder, como afán de éxito y de hacer
carrera, o como voluntad de dominio sobre los demás. Al contrario, renunció a
los privilegios de su igualdad con Dios, asumió la condición de siervo,
haciéndose semejante a los hombres, y obedeció al proyecto del Padre hasta la
muerte en la cruz. Y así dejó a sus discípulos y a la Iglesia una enseñanza muy
valiosa: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él
solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24).”
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