“¿Quién no ve ahora la
urgencia de un diálogo renovado entre fe y cultura, hecho de escucha y al mismo
tiempo de propuestas, sobre todo de testimonio evangélico, que sepa liberar las
verdades ocultas, las fuerzas latentes en el corazón de las culturas? Así, del
aparente desierto de Dios presente en tantos países invadidos por el
secularismo nacerá una nueva generación de creyentes, puesto que la nostalgia
del Absoluto está enraizada en las profundidades del ser humano, creado a
imagen y semejanza de Dios.”
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