“Estamos llamados a expresar admiración y gratitud por la vida
recibida como don, y a acoger, gustar y comunicar el Evangelio de la vida no
sólo con la oración personal y comunitaria, sino sobre todo con las celebraciones
del año litúrgico. Se deben recordar aquí particularmente los Sacramentos,
signos eficaces de la presencia y de la acción salvífica del Señor Jesús en
la existencia cristiana. Ellos hacen a los hombres partícipes de la vida
divina, asegurándoles la energía espiritual necesaria para realizar
verdaderamente el significado de vivir, sufrir y morir.”
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