“El cristiano,
efectivamente, no obedece a un imperativo externo, sino que, afrontando la
"puerta estrecha", sigue la atracción que le pone en su corazón el
Espíritu Santo. He ahí por qué todos cuantos se comprometen a obedecer al Señor
con la más profunda y leal generosidad, ponen en esa obediencia una
espontaneidad y un amor que los profanos no saben explicarse.”
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