“En nuestro mundo, tan
necesitado de la presencia de Dios, es urgente un testimonio audaz por parte de
las personas consagradas, las cuales, siguiendo e imitando a Cristo casto,
pobre y obediente, totalmente entregadas a la gloria del Padre y al amor de los
hermanos y hermanas, hacen presentes los bienes del Reino de Dios (Vita
consecrata, 84).”
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