“Las vocaciones son, en todas partes y siempre, un criterio de
la fecundidad espiritual. El campo de la Iglesia las hace nacer en los
corazones, igual que la tierra fértil da el fruto a su tiempo. Desde este punto
de vista, consideramos el período de Adviento como el tiempo particularmente
privilegiado, como el tiempo de la gracia y de la visitación, y por
esto, pedimos mucho más encarecidamente que no falten al Pueblo de Dios, en
ningún lugar, los administradores de los misterios divinos; que no falten
tampoco las personas ―hombres y mujeres― que, viviendo según los consejos
evangélicos, den testimonio del "reino futuro", al cual nos prepara
toda la historia de la Iglesia y del mundo mediante un Adviento incesante.”
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