“Si la perfectísima
unidad de la tres Personas divinas es el vértice transcendente que ilumina toda
forma de auténtica comunión entre nosotros, seres humanos, es justo que nuestra
reflexión retorne con frecuencia a la contemplación de este misterio, al que
tan frecuentemente se alude en el Evangelio. Baste recordar las palabras de
Jesús: "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10, 30); y
también: "Creed al menos a las obras, para que sepáis y conozcáis que el
Padre está en mí y yo en el Padre" (Jn 10, 30). Y en otro contexto:
"Las palabras que yo os digo no las hablo de mí mismo; el Padre que mora
en mí, hace sus obras. Creedme, que yo estoy en el Padre y el Padre en mí"
(Jn 14, 10-11)”.
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