“Las palabras del ángel Gabriel
en Nazaret: “Alégrate, llena de gracia” (Lc 1,28) iluminan también la
escena del Calvario. La Anunciación marca el inicio, la Cruz señala el
cumplimiento. En la Anunciación, María dona en su seno la naturaleza humana al
Hijo de Dios; al pie de la Cruz, en Juan, acoge en su corazón la humanidad
entera. Madre de Dios desde el primer instante de la Encarnación, Ella se
convierte en Madre de los hombres en los últimos instantes de la vida de su
Hijo Jesús. Ella, que está libre de pecado, “conoce” en el Calvario en su
propio ser el sufrimiento del pecado, que su Hijo carga sobre sí para salvar a
la humanidad. Al pie de la Cruz en la que está muriendo Aquél que ha concebido
con el “sí” de la Anunciación, María recibe de Él como una “segunda
anunciación”: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» (Jn 19,26).”
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