“Desde el comienzo de mi ministerio en la sede de San Pedro en
Roma, consideraba este mensaje como mi tarea particular. La Providencia
me lo ha asignado en la situación contemporánea del hombre, de la Iglesia y del
mundo. Incluso se podría decir que precisamente está situación me ha asignado
como tarea ese mensaje ante Dios, que es Providencia, que es misterio
inescrutable, misterio del amor y de la verdad, de la verdad y del amor. Y mis
experiencias personales de este año, vinculadas con los acontecimientos del 13
de mayo, por su parte me mandan gritar: "Misericordiae Domini, quia non
sumus consumpti" (Lam 3, 22).”
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