“Al anunciar este Evangelio, no debemos temer la hostilidad y
la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a
la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12, 2). Debemos estar en el
mundo, pero no ser del mundo (cf. Jn 15, 19; 17, 16), con la
fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección ha vencido el
mundo (cf. Jn 16, 33).”
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