“Somos el pueblo de la vida porque Dios, en su amor gratuito,
nos ha dado el Evangelio de la vida y hemos sido transformados y
salvados por este mismo Evangelio. Hemos sido redimidos por el « autor de la
vida » (Hch 3, 15) a precio de su preciosa sangre (cf. 1 Cor 6,
20; 7, 23; 1 P 1, 19) y mediante el baño bautismal hemos sido injertados
en El (cf. Rm 6, 4-5; Col 2, 12), como ramas que reciben savia y
fecundidad del árbol único (cf. Jn 15, 5). Renovados interiormente por
la gracia del Espíritu, « que es Señor y da la vida », hemos llegado a ser un
pueblo para la vida y estamos llamados a comportarnos como tal.”
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