“Hay que saber estar en
silencio, crear espacios de soledad o, mejor, de encuentro reservado a una
intimidad con el Señor. Hay que saber contemplar. El hombre de hoy siente mucho
la necesidad de no limitarse a las meras preocupaciones materiales, e integrar,
en cambio, su propia cultura técnica con superiores y desintoxicantes
aportaciones procedentes del mundo del espíritu. Desgraciadamente, nuestra vida
diaria corre el riesgo o incluso experimenta casos, más o menos difundidos, de
contaminación interior. Pero el contacto de fe con la Palabra del Señor nos
purifica, nos eleva y nos vuelve a dar energía.”
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