domingo, 24 de octubre de 2010

La conversión es ante todo aceptación.

“La conversión no es un proceso en sentido unilateral. Es una expresión de reciprocidad. Convertirse quiere decir creer en Dios que nos ha amado primero, que nos ha amado eternamente en su Hijo, y que, mediante su Hijo, nos da la gracia y la verdad en el Espíritu Santo. Por esto ese Hijo fue crucificado para hablarnos con sus brazos abiertos tan ampliamente cuanto Dios está abierto a nosotros. ¡Con cuánta frecuencia, a través de la cruz de su Hijo, Dios "se convierte" a nosotros!
De este modo nuestra conversión no es de ninguna manera una aspiración unilateral. No es sólo un esfuerzo de la voluntad humana, del entendimiento y del corazón. No es sólo compromiso de orientar hacia lo alto nuestra humanidad, que tiende pesadamente hacia lo bajo. La conversión es ante todo aceptación. Es el esfuerzo de aceptar a Dios en toda la riqueza de su "conversión" ("convertar") al hombre. Esta conversión es una gracia. El esfuerzo del entendimiento, del corazón y de la voluntad también es indispensable para la aceptación de la gracia. Es indispensable para no perder la dimensión divina de la vida en la dimensión humana; para perseverar en ella.”

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