“Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son explícitos en
afirmar que sin el amor al prójimo,
que se concreta en la observancia de los mandamientos, no
es posible el auténtico amor a Dios.San
Juan lo afirma con extraordinario vigor: «Si alguno dice: "Amo a
Dios", y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (Jn 4, 20). El evangelista se hace eco de la
predicación moral de Cristo, expresada de modo admirable e inequívoco en la
parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37) y en el «discurso» sobre el juicio
final (cf. Mt 25, 31-46).”
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