“Las bienaventuranzas no tienen
propiamente como objeto unas normas particulares de comportamiento, sino que se
refieren a actitudes y disposiciones básicas de la existencia y, por
consiguiente, no coinciden exactamente con los mandamientos. Por otra parte, no hay separación o discrepancia entre las bienaventuranzas y los mandamientos: ambos se
refieren al bien, a la vida eterna.”
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