“Los mandamientos constituyen la condición básica para el amor
al prójimo y al mismo tiempo son su verificación. Constituyen la primera
etapa necesaria en el camino hacia la libertad, su inicio. «La primera libertad —dice san Agustín— consiste
en estar exentos de crímenes..., como serían el homicidio, el adulterio, la
fornicación, el robo, el fraude, el sacrilegio y pecados como éstos. Cuando uno
comienza a no ser culpable de estos crímenes (y ningún cristiano debe
cometerlos), comienza a alzar los ojos a la libertad, pero esto no es más que
el inicio de la libertad, no la libertad perfecta...»”.
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