“Jóvenes del nuevo milenio, no uséis mal vuestra libertad. No
arruinéis la gran dignidad de hijos de Dios que os ha sido dada. Someteos
únicamente a Cristo, que quiere vuestro bien y vuestra alegría auténtica (cf. Mt
23, 8-10); a él, que quiere que seáis hombres y mujeres plenamente felices y
realizados. De este modo descubriréis que sólo cumpliendo la voluntad de Dios
podemos ser luz del mundo y sal de la tierra.”
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