“ Ante todo es una
prerrogativa del hombre-persona, un factor de plenitud humana que ayuda
precisamente al hombre a ser más hombre. Sin el trabajo no sólo no puede
alimentarse, sino que tampoco puede autorrealizarse, es decir, llegar a su
dimensión verdadera. En segundo lugar y consecuentemente el trabajo es una
necesidad, un deber, que da al ser humano, vida, serenidad, interés, sentido.
El Apóstol Pablo advierte severamente, recordémoslo: "el que no quiere
trabajar, no coma" (2 Tes 3, 10). Por consiguiente, cada uno está
llamado a desempeñar una actividad sea al nivel que fuere, y el ocio y el vivir
a costa de otros quedan condenados. El trabajo es, además, un derecho, "es
el grande y fundamental derecho del hombre"…. En cuanto tal, debe ser
mantenido y salvaguardado por la sociedad también cuando entre en conflicto con
otros derechos. Bajo estas condiciones, el trabajo llega a ser igualmente un
servicio, de tal modo que "el hombre crece en la medida en que se entrega
por los demás" Y de esta armonía se beneficia no sólo el individuo sino
también, y sobre todo diría yo, la misma sociedad.”
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