Hay que reafirmar que, por parte de la Iglesia y
sus miembros, el diálogo, de cualquier forma se desarrolle —y son y pueden ser
muy diversas, dado que el mismo concepto de diálogo tiene un valor analógico— ,
no podrá jamás partir de una actitud de indiferencia hacia la verdad, sino que
debe ser más bien una presentación de la misma realizada de modo sereno y
respetando la inteligencia y conciencia ajena. El diálogo de la reconciliación
jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene
como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y
la Iglesia, sino que deberá servir para su transmisión y puesta en práctica a
través de los medios dejados por Cristo a la Iglesia para la pastoral de la
reconciliación: la catequesis y la penitencia.
(de
la Exhortacion apostolica post sinodal Reconciiatio
et Paenitentia del Papa Juan Pablo II )
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