Reivindicar el derecho al aborto, al
infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la
libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás. Pero ésta es la muerte de la verdadera libertad: « En verdad,
en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo » (Jn 8, 34).
(Dela Carta Encíclica Enciclica Evangelium Vitae, 20 del Papa Juan Pablo II)
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