Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda
época, también de nuestra época, con las mismas palabras: «Conoceréis la verdad
y la verdad os librará».82 Estas palabras encierran una exigencia fundamental y al
mismo tiempo una advertencia: la exigencia de una relación honesta con respecto
a la verdad, como condición de una auténtica libertad; y la advertencia,
además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad
superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la
verdad sobre el hombre y sobre el mundo.
También hoy, después de dos mil años, Cristo aparece a nosotros como Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. ¡Qué confirmación tan estupenda de lo que han dado y no cesan de dar aquellos que, gracias a Cristo y en Cristo, han alcanzado la verdadera libertad y la han manifestado hasta en condiciones de constricción exterior.
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