(…) toda la Trinidad está implicada en la
irrupción del Espíritu Santo, derramado sobre la primera comunidad y sobre la
Iglesia de todos los tiempos como sello de la nueva Alianza anunciada por los
profetas (cf. Jr 31, 31-34; Ez 36, 24-27), como confirmación del testimonio y como
fuente de unidad en la pluralidad. Con la fuerza del Espíritu Santo, los
Apóstoles anuncian al Resucitado, y todos los creyentes, en la diversidad de
sus lenguas y, por tanto, de sus culturas y vicisitudes históricas, profesan la
única fe en el Señor, "anunciando las maravillas de Dios" (Hch 2, 11).
(de la Audiencia General del Papa Juan Pablo II31 de mayo 2000)
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