Vendrá la glorificación
de la Pascua, y con ella también el don del Espíritu en Pentecostés, que Jesús
anticipará a sus Apóstoles al atardecer del mismo día de su resurrección.
Apareciéndose en el Cenáculo, soplará sobre ellos y les dirá: «Recibid el
Espíritu Santo» (Jn 20, 22).
Así pues, el Padre y el Espíritu están
unidos al Hijo en la hora suprema de la redención. Esto es lo que afirma san
Pablo en una página muy luminosa de la carta a los Romanos, en la que evoca a
la Trinidad precisamente en relación con la resurrección de Cristo y de todos
nosotros: «Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en vosotros, aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos
dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros» (Rm 8, 11).
(de la Audiencia General delPapa Juan Pablo II – 10 de mayo 2000)
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