viernes, 21 de marzo de 2025

No recibir en vano la gracia de Dios

 

El hombre contemporáneo experimenta la amenaza de una impasibilidad espiritual y hasta de la muerte de la conciencia; y esta muerte es algo más profundo que el pecado: es la eliminación del sentido del pecado. Concurren hoy muchos factores para matar la conciencia en los hombres de nuestro tiempo. Y esto corresponde a la realidad que Cristo ha llamado "pecado contra el Espíritu Santo". Este pecado comienza cuando al hombre no le dice ya nada la Palabra de la cruz como el grito último del amor, que tiene el poder de rasgar los corazones. Scindite corda vestra.

La Iglesia no cesa de pedir por la conversión de los pecadores, por la conversión de cada uno de los hombres, de cada uno de nosotros, precisamente porque respeta, porque estima la grandeza y la profundidad del hombre y revisa el misterio de su corazón a través del misterio de la cruz.

Aceptemos, por tanto, la advertencia de San Pablo que nos exhorta "a no recibir en vano la gracia de Dios" (2 Cor 6, 1), más aún, a entender y experimentar la realidad maravillosa de que "el que es de Cristo se ha hecho criatura nueva" (ib. 5, 17).

(del Ángelus de JuanPablo II 1 de abril de 1979)

Rasgad los corazones

Se trata de una invitación de actualidad en el tiempo de Cuaresma…. La invitación se dirige a cada hombre, a su interior, a su conciencia. La conciencia es la medida del hombre. Ella da testimonio de su grandeza, de su profundidad. Para que esta profundidad se abra, para que el hombre no se deje quitar tal grandeza, Dios habla con la palabra de la cruz. Verbo crucis: ésta es la palabra última, definitiva. Dios ha querido emplear y emplea siempre en las relaciones con el hombre esta palabra que toca la conciencia, que tiene capacidad de rasgar el corazón humano.

El hombre interior debe preguntarse a sí mismo por qué motivo se ha decidido Dios a hablar con esta palabra. ¿Qué significado tiene esta decisión de Dios en la historia del hombre? Esta es la pregunta fundamental de la Cuaresma y del período litúrgico de la pasión del Señor.

(del Ángelus de Juan PabloII 1 de abril de 1979)

jueves, 20 de marzo de 2025

Cuaresma: tiempo de compromiso y esfuerzo espiritual

 

La Cuaresma debe ser el tiempo del compromiso y del esfuerzo espiritual más que cualquier otro período del año litúrgico. Pero precisamente este esfuerzo, este trabajo da ocasión a la alegría. La Iglesia durante la Cuaresma vive en la perspectiva de la alegría de la resurrección..... Experimentamos tal alegría cada vez que dominamos nuestra pereza espiritual, la pusilanimidad, la indiferencia; experimentamos siempre la alegría cuando nos damos cuenta que somos capaces de exigirnos algo a nosotros mismos; que somos capaces de dar algo de nosotros mismos a Dios y al prójimo. Es una verdadera alegría espiritual la que nace del trabajo, del esfuerzo.

Por esto, el período de Cuaresma nos estimule a cumplir nuestros deberes cristianos. Encontremos la alegría que nos da la participación en la Eucaristía… Volvamos a encontrar la alegría que proviene de la penitencia, de la conversión: de este espléndido sacramento de reconciliación con Dios, que Cristo ha instituido para restablecer la paz en la conciencia del hombre. Emprendamos el trabajo espiritual que la Cuaresma exige de nosotros para ser capaces de aceptar con toda la profundidad del espíritu esta invitación que nos hace la Iglesia hoy: "¡Alégrate, Jerusalén!"

(JuanPablo II del Ángelus del 25 de marzo de 1979)

miércoles, 19 de marzo de 2025

Cuaresma: inclinar la cabeza ante Dios

  

(…) “Al comienzo y durante la Cuaresma, la Iglesia nos invita a inclinar la cabeza ante Dios. Cuando volvemos a levantar la cabeza, vemos a Cristo, Redentor del hombre, que nos enseña con toda su vida, y después de manera definitiva con la pasión y la muerte, lo que significa "ser libre", lo que quiere decir hacer buen uso de la libertad que corresponde al hombre, lo que significa usar plenamente el don de la libertad.

 

Esta es la enseñanza del Evangelio. La enseñanza particular de la Cuaresma. Es necesario que nosotros en este período nos examinemos ante Cristo del uso que hacemos de nuestra libertad. Preparándonos a la confesión pascual, debemos hacer un profundo examen de conciencia sobre esto.”

 

 (Juan Pablo II Angelus18 de marzo de 1979)

El Rosario ¡Plegaria maravillosa!

 


“El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera.


Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario oración sobre el capítulo final de la constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos (*), y nos ponen en comunión vital con Jesucristo a través ―se puede decir― del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana”.

 

(Ángelus del domingo 29 de octubre de 1978)

(*) en la Carta Apostolica Rosarium Virginis Marie Juan Pablo II propone los «misterios de luz».